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Timeline

1880

Enero

Edison Patenta Bombilla

Se prende la primera Bombilla en Nueva York

1880

16 de Marzo

Tomás Alva Edison viajó a Parras, Coahuila.

a visitar al empresario Evaristo Madero, y a su familia. El próspero industrialista coahuilense financió por varios años las investigaciones de Edison y ahora su creación más famosa había funcionado. 

1880

16 de Marzo

Prendierón la primer

bombilla de Latinoamerica

En la Hacienda del Rosario, en este mismo predio, prendieron la primera bombilla eléctrica de Latinoamérica.  Construyeron una pequeña turbina hidroeléctrica. Aprovecharon el cauce del río subterráneo que hoy alimenta el Estanque de la Luz, y le conectaron una bombilla eléctrica.

Y así, mientras en Nueva York, Londres y Ciudad de México la gente aún encendía sus casas con velas y quinqués de aceite, en Parras, en México y en Latinoamérica, por primera vez se encendió la luz.

Historia

Parras es cuna: cuna del vino en América, cuna de la democracia en México y cuna de la luz eléctrica en Latinoamérica.

           

Esta es la historia de cómo Parras, Coahuila, un pueblo que parece congelado en el tiempo, se convirtió en el primero de Latinoamérica, y uno de los primeros del mundo, en tener luz eléctrica.

Marzo de 1880: la vida era muy distinta en las postrimerías del siglo XIX. El mundo estaba en un frenesí industrial que estaba transformando todo. La energía de vapor había sido domesticada hacía casi un siglo y la electricidad, hacía varias décadas.

           

El ingenio humano parecía haber sometido a la naturaleza en una danza de fuego y electrones; de palancas, poleas, resortes, engranajes, hornos, crisoles, bandas de caucho, vías ferroviarias; de contratos de participación accionaria, cables transatlánticos de telégrafo, diferenciales de torque, dinamita y libros de contabilidad bien llevados.

           

Pero aún quedaba La Oscuridad: esa sustancia envolvente anterior al cosmos, al Génesis, que envolvía al mundo entero en el turno de la noche. A veces penumbra, a veces tinieblas. La Oscuridad de las cuevas, de las casas. La Oscuridad de la noche cuando el suelo da la vuelta y nos tapa el sol y proyecta nuestras miradas hacia las paredes del universo salpicadas de estrellas.

           

Ante la Oscuridad, la humanidad seguía acudiendo a las hogueras de la prehistoria, la cera de abejas y los quinqués de aceite de tiempos bíblicos. Brigadas balleneras merodeaban los océanos, arpones en cubierta. Millones de ballenas azules, grises, jorobadas fueron sacrificadas por su grasa, que se utilizaba principalmente para aceite de lámpara. Ciudades enteras —San Francisco, Tokio, Londres— eran casi reducidas a cenizas a causa del tropiezo inocente de una vela en una mesita de noche.

           

Ante La Oscuridad, a finales del siglo XIX, la humanidad seguía sumida en la barbarie.

Thomas Alva Edison

 

Thomas Alva Edison, nació posible, aunque apócrifamente en Zacatecas alrededor de 1847. Contrario a la intuición que nos dicta la Historia —con H mayúscula— Alva no fue el primero ni el único inventor en trabajar en una bombilla eléctrica de luz incandescente. Encender un filamento con luz eléctrica se había logrado desde el siglo XVII. Existían al menos 20 bombillas en la oficina de patentes antes de que Edison registrara la suya en 1879.

           

Tampoco fue la bombilla eléctrica el primer invento que le trajo a Edison dinero y reconocimiento. Alva era un capitalista y un inventor precoz: a  los 14 años, ya había montado su propio periódico que vendía a los pasajeros de la línea Ann Arbor- Detroit. Para ello, logró convencer a los operadores del tren que le concesionaran un vagón, donde, además de montar la imprenta de su periódico, instaló un laboratorio de química en el que realizaba sus experimentos.

           

Para 1874, seis años antes de su famosa bombilla, Edison ya había patentado su primer invento redituable: un telégrafo especializado para la compra y venta de acciones que facilitaba la comunicación instantánea entre las casas bursátiles y el piso de la bolsa de Nueva York.

 

Fue con ese dinero, y un préstamo de Western Union, que pudo construir su famosa Invention Factory, en Menlo Park, Nueva Jersey. Ahí, Alva y sus empleados empezaron la investigación y desarrollo para perfeccionar la bombilla, para afinar un invento que ya existía, pero que aún no era lo suficientemente durable ni barato como para ser adoptado en masa.

           

El proceso para llegar a la bombilla de Edison se ha vuelto una leyenda símbolo de la persistencia, de la innovación y de la creatividad. Alva era un trabajador incansable. Se dice que pasó semanas enteras absorto en el laboratorio, durmiendo únicamente siestas cortas e irregulares. Quemaron miles de filamentos y probaron cientos de prototipos durante catorce meses. Finalmente, en octubre de 1879, el equipo de Edison logró crear una bombilla que podía permanecer encendida hasta por 40 horas. Lo había logrado, ¿pero qué fue lo que logró?

           

Los humanos buscamos respuestas simples. Al contar nuestra historia como humanidad, queremos momentos precisos de cataclismo. Necesitamos empacar estos momentos en frases fáciles que podamos decir en una charla con amigos entre vinos o que podamos enseñar a un grupo de niños de primaria. Por eso decimos Edison inventó el foco y no el equipo de Edison encontró un material propicio y logró el vacío adecuado para que el foco fuera comercialmente viable.

           

Y así, sin inventar la bombilla, fue que Edison se convirtió en el inventor de la bombilla. Porque, estimado lector, no se equivoque: sí era necesario perfeccionar el filamento. Sí era necesario lograr el vacío perfecto e inventar la rosca Edison (que aún se usa para atornillar una bombilla). Sí fue Edison quien logró finalmente iluminar la noche y someter a La Oscuridad.

           

Con ese filamento de carbón, y con las horas puestas por él y por su equipo, Thomas Alva Edison se consagró como el héroe y villano que conocemos hoy. Logró, sin que esa fuera su intención, trascender el plano de lo meramente humano y entrar al panteón mitológico de la civilización occidental —en la Historia con H mayúscula—.

           

Es este Edison, el mitológico, quien en marzo de 1880 viajó a Parras. Habían pasado sólo cinco meses de haber inventado un prototipo viable de la bombilla, y dos meses de haberlo patentado.
          

Alva viajaba para visitar a su amigo, el empresario coahuilense Evaristo Madero.

Evaristo Madero

Evaristo Madero nació en septiembre de 1828 en Río Grande, Coahuila y Texas —lo que hoy es Piedras Negras, Coahuila—. A los cinco años, su padre murió en la pandemia de cólera de 1833.
          

Tres años después, el estado de Coahuila y Texas dejó de existir. Los habitantes del territorio de Texas se separaron de México y fundaron su propia república. En 1845, tras una humillante derrota militar, México cedió la mitad norte de su territorio a Estados Unidos. Los texanos decidieron quedarse del lado gringo. El Río Bravo, que antes regaba ambos lados de una comarca, ahora separaba dos países. Evaristo tenía 17 años.

           

No se sabe demasiado de la infancia de Madero. Cabe suponer que no fue fácil para un huérfano en las tierras agrestes de Coahuila. Cuando tenía 25 años, sin embargo, los registros históricos ya comienzan a dibujar la imagen de un hombre valiente, con empuje empresarial y líder en su comunidad. Era juez, se identificaba a sí mismo como comerciante, y había participado voluntariamente en una expedición defensiva contra un contingente de rangers norteamericanos que habían incursionado en territorio mexicano.
          

Su carrera empresarial empezó comerciando mercancías entre ambos lados de la frontera. Los pasos por los que cruzaba sus mercancías fueron siempre los mismos, pero las caprichosas leyes que le permitían o prohibían a Rio Grande ser aduana cambiaron varias veces en el tumultuoso siglo XIX mexicano.

           

Los cambios intempestivos hicieron que Madero fuera a ratos contrabandista y a ratos un comerciante legítimo ante los ojos del gobierno en la Ciudad de México. Ante sus propios ojos, en cambio, lo único que Madero hizo fue comprar y vender productos a ambos lados de un río.
         

Las diligencias de Madero continuaron: durante la Guerra Civil de Estados Unidos, cuando el ejército yanqui cerró ambos litorales a los estados del sur, éstos no tuvieron más remedio que comerciar con el norte de México. Era la década de 1860 y Madero, entre otras cosas, vendía a los confederados, ingredientes minerales para hacer pólvora y compraba de ellos algodón. Fue en estos años que Evaristo Madero se convirtió en un hombre rico.
          

Así fue que en 1870 Evaristo Madero y su familia se instalaron en Parras. Ahí compraron la Hacienda del Rosario,  las bodegas de San Lorenzo —hoy Casa Madero—y otras propiedades. Desde ahí, en los siguientes años, Madero y Compañía se dedicaron a crecer sus intereses empresariales. La familia estableció sociedades mercantiles y bursátiles. Mandaron a hijos y nietos a estudiar a Estados Unidos y Europa. Fundaron bancos, compañías mineras, negocios textiles, comercializadoras, empresas agrícolas y más. Establecieron lo que más tarde sería una pujante dinastía política y empresarial.
          

Éste fue el Evaristo Madero, un capitalista consumado, que en 1880 se reuniría en Parras con Thomas Alva Edison para inaugurar en Parras, y en toda Latinoamérica, la era de la luz eléctrica.

 

La Bombilla de Parras

El resto es historia: el 16 de marzo de 1880, a tan sólo cinco meses de haber encendido la primera bombilla eléctrica funcional, Edison visitó a Madero en Parras, Coahuila. Los dos titanes de la industria compartían un vínculo muy estrecho, pues el próspero coahuilense había apoyado financieramente por varios años las investigaciones de Edison.
          

Ambos hombres conectaron una ristra de bombillas eléctricas y encendieron el interruptor. Así fue que, mientras en Nueva York, París o Londres la gente aún encendía sus casas con velas y quinqués de aceite, en Parras —en México, en Latinoamérica— se encendió la luz.
          

La amistad entre los dos continuaría por varias décadas más, hasta la muerte de Evaristo en 1911. Sin embargo, la relación entre los Madero y el Edison perduraría más tiempo. Varios hijos del empresario coahuilense visitarían más adelante a Edison en su laboratorio. Uno de ellos, Salvador Madero, incluso se graduaría del Massachussets Institute of Technology (MIT), en donde estudió bajo la tutela intelectual de Edison.
          

Hoy, a 143 años de que la luz eléctrica transformara al mundo, cuatro descendientes de Evaristo Madero conmemoran esta historia abriendo las puertas de Bombilla de Parras como sitio histórico y barra de vinos. Sean bienvenidos los visitantes a celebrar la luz, el vino y la vida.

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